Una proteína de superficie del SARS-CoV-2, el virus responsable de la COVID-19, ha sido objeto de gran atención desde el comienzo de la epidemia: la proteína espícula, o «S» (del inglés spike, que significa «punta»). El coronavirus infecta a las células humanas después de que esta proteína se acopla con un receptor de la membrana plasmática, el receptor ACE2 (enzima convertidora de la angiotensina 2). El equipo dirigido por James Daly, de la Universidad de Bristol, y el de Ludovico Cantuti-Castelvetri, de la Universidad de Múnich, han demostrado que la proteína S del SARS-CoV-2 también reconoce y se une a una proteína transmembrana, la neuropilina, que facilitaría asimismo la infección.

La neuropilina está ganando puntos como un posible nuevo objetivo en la lucha contra la COVID-19. ¿Será la inhibición de esta proteína un enfoque terapéutico eficaz?. Aún es pronto para decirlo, insisten los autores. Pero la respuesta tal vez no tarde en llegar: unos investigadores de la Universidad de Helsinki (que forman parte del equipo dirigido por Cantuti-Castelvetri) ya han comenzado a trabajar con nuevas moléculas diseñadas específicamente para interrumpir la conexión entre el virus y la neuropilina.

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